martes, 3 de marzo de 2015

Caballeros

Caballeros es un proyecto de una novela que no sé lo larga que me quedará. 
Es una historia que contiene algo de épica, misterio, tensión sexual y fantasia.

Arlik


¡Por favor! pensó Arlik ¡Que no sea ese estandarte!

Pero era una súplica destinada a ser desatendida. Los jinetes cabalgaban bajo la inconfundible rosa de invierno blanca de ocho pétalos de la casa Balnos de Foso de Lágrimas y eran dirigidos por un hombretón que claramente era su señor. El más grande guerrero de todos los reinos, lord Edwyn Balnos, la Avalancha Negra, señor de Foso de Lágrimas, gran conde del Norte, común de la corona y consejero de las milicias. El padre de la mujer más hermosa de todos los reinos, la mujer con la que Arlik se había negado a casarse. Y, a juzgar por la figura que cabalgaba tras el líder, Alana acompañaba a su padre.

Lord Mark Dankleos, el padre de Arlik, sonrió al comprobar la presencia de su camarada y amigo e hizo un gesto a sus soldados para que agitaran su propio estandarte, el escualo sereno de ojos aurora, a modo de saludo.

Esto no ha sido una coincidencia comprendió Arlik.

-          Padre - dijo, consiguiendo la atención de su progenitor - ¿Tú contabas con esto? –

-          Evidentemente. - replicó lord Mark serenamente - La hija de Edwyn tiene la misma edad que tú, así que acordamos llevaros a ambos juntos para ser investidos en la cofradía del acero por el Lord Senescal. -

“La hija de Edwyn” Alana Balnos, la prometida que su padre le había buscado.

-          Sígueme. - dijo lord Mark espoleando su caballo.

Arlik obedeció disciplinadamente y espoleó su propio caballo siguiendo a su padre, con todo su séquito de espadas de agua tras ellos. Los norteños actuaron en consecuencia y en pocos minutos la rosa de invierno y el escualo sereno ondeaban juntos por las praderas de las tierras de la corona.

Lord Edwyn saludó a lord Mark con un tremendo bramido de júbilo y ambos chocaron manos y se dieron un espaldarazo en cuanto estuvieron el uno frente al otro. Dos enormes sonrisas llenaban sus rostros.

Lord Mark era un hombre fuerte e inteligente, muchos lo consideraban apuesto, tenía ciertas hechuras de nadador, un pelo azul grisáceo denso y sedoso y unos ojos negros como el ébano. Pero, por mucha presencia que tuviera, los más de cuatro codos de Edwyn Balnos empequeñecían a cualquiera. Además de su estatura, lord Edwyn era robusto y fuerte como un búfalo. Su cabeza estaba cubierta por una melena y una barba más negras que la brea que no raleaban ni una hebra.

Justo detrás de él estaba su hija, con una armadura negra y la rosa de invierno en el escudo. Una claymore le colgaba al cinto, como la princesa guerrera norteña que era.

Aunque tenía que ser cortés, Arlik no quería ni mirarla. Parecía que había sido tallada en cuarzo y nieve, pero tenía una sonrisa contagiosa y unos ojos violetas que Arlik no se atrevía a mirar, por qué era imposible no perderse en ellos.

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